lunes, septiembre 21, 2009

Carlos Castaneda - 1968 radio interview

martes, enero 06, 2009

Imágenes de Carlos Castaneda

viernes, julio 14, 2006

Castaneda desaparece

Por Josep Mª Fericgla, Dr. en Antropología , publicado en catalán en: "Revista d'Etnologia de Catalunya" -núm. 15, noviembre de 1999, págs. 120-127- por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Barcelona.

Es difícil escribir algo nuevo sobre el universal Carlos César Castaneda Arana, sin que resulte una simple invención, una interpretación personal del articulista o sin que sea una crítica o una mitificación, de las que oscurecen cualquier realidad. Vamos a tratar, pues, de realizar un pequeño recorrido por su biografía reciente hasta donde los hechos verificados lo permitan. A partir de ahí, cada cual haga sus libres interpretaciones de lo que se le presente. Algunos de los datos que siguen han sido tomados de las investigaciones que Edith Stanley, Patrick Kerkstra y Scott Glover, investigadores del periódico norteamericano Los Angeles Times, han realizado sobre la reciente muerte de Castaneda.

Su vida

El universal autor conocido bajo el nombre de Carlos Castaneda, autodenomindo brujo seguidor de las tradiciones chamánicas de los indios yaqui, norteamericanos, murió el 27 de abril de 1999 en Westwood, EE.UU., según comunicó su abogada Deborah Drooz, la cual se presenta como amiga del escritor y ejecutora de su testamento.

A pesar de la espesa neblina y misterio -voluntariamente esparcidos- que envuelven la vida de Carlos Castaneda, se sabe que emigró a los EE.UU. en el año 1951, y se dice que había nacido el día de Navidad del año 1925 en Sao Paulo (Brasil) o en Cajamarca (Perú), dependiendo de los relatos autobiográfícos que se quieran creer. Es muy probable que se tratara del hijo de alguna familia sudamericana que emigró a los EE.UU. a estudiar. En este sentido algunas voces, a mi juicio bastante autorizadas, afirman que su núcleo familiar tenía origen catalán y que su apellido real era Castañeda, apelativo bastante difundido en algunas comarcas catalanas que viene a significar "bosque de castaños", pero que al emigrar de Sudamérica a los EE.UU., y ante la ausencia del sonido y la grafía "ñ" en inglés, perdió su Castañeda familiar en favor de su nuevo Castaneda.

Por su parte, nuestro autor era un mentiroso y un tramposo sin límites y nunca arrepentido de ello, de ahí que la comunidad científica jamás le haya prestado una seria atención, a pesar de que en muchos momentos afirmó y reiteró que lo que relataba era cierto y que no había fantasía en ello. No obstante, y a pesar de que se diera crédito a sus narraciones, lo cierto es que los detalles de su biografía -tan rebuscados por investigadores detractores como por mitómanos seguidores- son una suma de puras hipótesis oscurecidas con toda meticulosidad. Nada está claro, empezando por la fecha de su fecha de nacimiento o por el lugar donde aconteció. Incluso hay serias dudas sobre la veracidad oficial de su nombre. Uno podría pensar que se trata justamente de la estrategia del brujo, que tantas veces él mismo había repetido en sus libros, para escapar al enquilosamiento de un pasado que va formando una costra encima de uno y cada vez le impide más vivir como un guerrero. También se podría pensar que una persona como Castaneda se muestra elusivo ante la prensa y ayuda a forjar su propio mito haciendo desaparecer sus huellas del pasado hasta en los más mínimos detalles, pero que en algún nivel de su intimidad aparece un Carlos desenmascarado, pero resulta que no, que incluso alguien tan próximo a nuestro autor como el psicólogo Richard Yensen me comentó, cuando estuvimos juntos hace unas semanas, que Castaneda era un mentiroso permanente, que uno nunca podía fiarse de lo que decía. "Gran parte de la mística castanediana se basa en el hecho de que, ni tan sólo sus más íntimos amigos están seguros de quien es", escribió su ex-esposa Margaret Runyan Castaneda, en un memorial que se publicó en el año 1997 a pesar de que el propio Castaneda trató de impedir que se editara. Así pues, nadie puede esperar que la academia de científicos, preocupados por la verdad objetiva, mostrara la menor disposición a creer o a verificar algo salido de la pluma de un supremo mentiroso de los únicos aspectos comprobables de su propia vida.

Con independencia de quien fuera ese hombre, de su nombre de pila y lugar y fecha de nacimiento, lo cierto es que nuestro autor consiguió galvanizar y catalizar la atención mundial hace unos treinta años. Ya es ampliamente sabido que como trabajo final para obtener el título de doctor en antropología en la Universidad de Los Ángeles, Castaneda hizo lo que tantos estudiantes de antropología al acabar la carrera: escogió un tema, un lugar y una etnia sobre la que realizar la investigación necesaria para la Academia, pero lo que salió fue el rememorado viaje al desierto de Arizona, en México. Su intención inicial -si hemos de creernos su relato- se centraba en buscar y estudiar los efectos de determinadas plantas medicinales de uso tradicional entre los pueblos que habitan este árido y ancho rincón de mundo. Pero el destino nunca perdona: se paró en una ciudad fronteriza con el desierto de Arizona y allí, en la misma parada de autobuses de la compañía Greyhound, la más popular de los EE.UU., comenzó el cambio que le llevaría a transformarse como persona, a él y a una buena parte de la juventud occidental. Una vez situado y sin saber lo que le deparaban los hados, en esta terminal de autobuses se encontró con un anciano indio de la etnia yaqui, supuestamente llamado Juan Matus, Don Juan, que decía provenir de Sonora, México. Si hemos de seguir creyendo la historia narrada por Castaneda, este anciano resultó ser un chamán que consumía plantas enteógenas, y las que usó para iniciar a su alumno y adentrarlo en un mundo oculto que sobrevivía desde hacía más de 2 000 años.

Bajo la dura, firme y sabia tutela del entrañable Don Juan, que duró a lo largo de bastantes años, nuestro autor experimentó los efectos del peyote, de diversas semillas enteógenas y de hongos probablemente psilocíbicos, conociendo vivencias y momentos de éxtasis supremo pero también de dolorosos y oscuros infiernos de pánico. Todo ello en un intento por conocer y vivir lo que denominó estados no ordinarios de realidad. Vagando por el desierto junto a su guía y maestro psicológico y etnobotánico (justo en las catalogaciones botánicas, lo único que se puede observar desde fuera, es donde Castaneda falla más), el antropólogo declaró haber visto insectos gigantescos, haber aprendido a volar con su nuevo pico, haberse transformado en cuervo y que finalmente, había triunfado en el propósito de alcanzar un nivel superior y más refinado de consciencia, en ser un hombre de conocimiento como lo era Don Juan.

Su tesis, publicada el año 1968 por la Universidad de California, se convirtió pronto en un éxito literario internacional. En ella tocaba la fibra adecuada y en el momento justo de la cresta de la ola de la joven cultura norteamericana de los años 1960, consumidora de substancias psicodélicas y románticamente enamorada de sus puros y sabios indígenas. El estilo de la obra inicial de Castaneda, estilo que ya nunca dejaría, era una curiosa y sugerente mezcla de alegorías universales, antropología, parapsicología, alquimia y filosofía budista, y -probablemente- una buena dosis de ficción. En mi opinión también hay una buena dosis de las enseñanzas que a principios de siglo difundiera G. Gurdjieff y su propio discípulo aventajado Ouspenski. Así fue como su primer libro, Las enseñanzas de Don Juan. Una vía yaki hacia el conocimiento, convirtió al anciano personaje de Don Juan en un nombre más que reverenciado entre los jóvenes y a Castaneda en un auténtico símbolo cultural.

En uno de los pocos artículos escritos sobre él y en el que Castaneda cooperó, publicado por la revista Time en 1973, se decía que: "para las decenas de miles de lectores (de Castaneda), jóvenes y ancianos, el primer encuentro de Castaneda con Juan Matus (...) es un hecho literario mejor conocido que el encuentro entre Dante y Beatriz a las orillas del Arno"... Efectivamente, así es. Después de tal impresionante debut literario, nuestro autor continuó produciendo éxitos de ventas tales como Una realidad aparte, Viaje a Itxlan y Relatos de poder. A raíz de ello, y dado el carácter entre pueril e impetuoso que caracteriza a nuestros vecinos del otro lado del Atlántico, una multitud jóvenes y de no tan jóvenes se precipitó hacia México esperando convertirse en nuevos alumnos echados a los sabios pies de Don Juan, los periodistas se pusieron a investigar la vida de este brujo y de su ya afamado discípulo... pero el anciano indio yaki no aparecía por ningún lado -al revés de lo que había sucedido con la chamana María Sabina.. Ello dio origen a especulaciones sobre la realidad de lo narrado en los libros de Castaneda, no faltando quien lo acusara de ser el autor de un ingenioso y bien elaborado camelo que no respondía a la realidad étnica y tradicional que se anunciaba. La crítica escéptica tuvo un buen representante en Joyce Carol Oates, reputado autor, quien dio la vuelta a los argumentos de veracidad, preguntándose en 1972 "¿Hay alguna posibilidad de que estos libros no sean de ficción? Todo el mundo los acepta como estudios antropológicos pero a mi me parecen unas remarcables obras artísticas, al estilo de Hesse cuando escribía sobre la iniciación del joven en otro tipo de realidad. Están bellamente construidos, el diálogo es impecable, el personaje de Don Juan es inolvidable y todo disfruta de un gran ritmo novelístico". No puede ser realidad. Por su parte, el prestigioso antropólogo C. Geertz, dijo también que: "por ahora sus libros carecen de presencia alguna en el campo de la antropología", en el sentido de que, a pesar de la gran popularidad obtenida, ningún profesor universitario y serio de antropología recomendaría esos textos a sus estudiantes. No obstante, ni la tendencia de Castaneda por mentir ni la más que cuestionable existencia real de Don Juan han hecho disminuir en ningún momento el entusiasmo de sus admiradores. En este sentido, Joshua Gilder, redactor de la Saturday Review, afirmó que no es necesario creer y tener fe para sentirse arrastrado por la narrativa de Castaneda, se trata de la reelaboración de mitos universales: obran un efecto extraño y maravilloso que está más allá del reino de las creencias. Es algo que solo un genio puede producir.

A pesar de tanta crítica -o justo debido a ella- en los últimos días de su vida, Castaneda insistió firmemente en que los hechos por él narrados en sus libros no tan solo eran reales sino que estaban meticulosamente documentados. También lo repitió ante las 400 personas que asistieron a un seminario impartido por él mismo en Anaheim, en el año 1995: ahí afirmó y reiteró que él no había inventado nada, que no estaba loco.

A mi juicio, y después de los años que he dedicado a la investigación de los enteógenos, a sus efectos y a la importancia que tienen en toda cultura humana, creo no equivocarme al afirmar que en estos campos del quehacer humano es muy, muy arriesgado decir que algo es real o que no lo es. Los efectos que producen las substancias psicoactivas tienen muchos matices de gris. En este sentido, hace años tuve la sensación -y con el tiempo se ha ido afirmando en mi interior- , de que la gran trampa de Castaneda, su gran mentira, no es lo que narra sino cómo lo relata: cuando se autoexperimenta con plantas enteógenas, uno ve mundos no ordinarios, pero también es cierto que no conozco a nadie en su sano juicio que afirme que tales mundos están realmente fuera del propio sujeto. Son mundos interiores a pesar de que, muy a menudo, tengan algún tipo de reverberación o empatía con el entorno. Es así como, para referirse a estas dimensiones de nuestro universo psíquico, es necesario e imprescindible usar metáforas lingüísticas. No en vano todas, absolutamente todas, las religiones anuncian sus verdades y descubrimientos en forma metafórica: el Tao de los budistas es innominable, lo mismo que el Uno de los cristianos, y para referirse a estas existencias trascendentes no queda más remedio que usar imágenes metafóricas. Creo que Castaneda hacía trampa cuando ponía las metáforas en boca del inefable Don Juan pero no anunciaba que la forma de explicar sus experiencias era también una metáfora. A menudo, en mis experiencias con ayahuasca, san pedro u otros enteógenos uso esas mismas formas expresivas (he volado por..., he visto..., he sentido la inmensidad..., he muerto..., mi cuerpo se transforma...) y si no anunciara que se trata del efecto de un enteógenos sobre mi propia mente, es probable que unos me tomaran por un demente y otros por un profeta, como a Castaneda.

Su muerte

A pesar de todo lo anterior, nuestro autor merece que se le aplique con todos los honores la máxima castellana de genio y figura... ya que su misteriosa vida de brujo se refleja también en su muerte.
La causa declarada de su silenciosa y anónima muerte fue un cáncer de hígado. Como mínimo externamente, murió en consecuencia a su vida de las últimas décadas y al contenido de sus enseñanzas: apartado del mundanal ruido, sin publicidad ni cámaras, en el más escrupuloso, libre y perfecto anonimato. De él no se tienen fotografías de menos de cuarenta años de antigüedad ni grabaciones de ningún tipo, ya que cuidaba muy mucho de que, en sus escasísimas apariciones en público, nadie registrara su voz ni fotografiara su imagen: de aquí la sorprendente foto que apareció en los periódicos de finales de junio para anunciar su muerte, retrato tomado el año 1951 en el que se ve un hombre de cara redonda, peinado de postguerra y todo ello de una calidad técnica ínfima. Un brujo, afirmaba Castaneda, nunca mira su pasado y estos sistemas para congelar la imagen de una persona frenan la evolución interior del guerrero.

Tampoco -según parece- se realizó funeral alguno. Su cuerpo fue incinerado en los EE.UU. y luego se esparcieron sus cenizas en México, de acuerdo a lo que figura en los registros de la morgue de la ciudad norteamericana de Culver. No obstante, tampoco estos datos tienen nada de fiable ya que ni tan solo su certificado oficial de defunción está libre de ambigüedades y falta de información. En él, y según el periódico Los Angeles Times, se dice que su ocupación laboral era la de profesor en la escuela del distrito de Berverly Hills (Beverly Hills School District), pero ninguna escuela de este distrito tiene registrado ni archivo alguno de que Castaneda enseñara ahí. También se ha dicho que nuestro autor carecía de familia, pero en el certificado de defunción aparece el nombre de una sobrina, Talia Bey, que resulta que es la presidente de la compañía Cleargreen Inc., la empresa que organizaba los seminarios de Castaneda sobre "tensegridad", una moderna y algo deshilachada versión de las supuestas prácticas chamánicas para obtener energía, de las que una parte proviene claramente del yoga, otra de las artes marciales y aun otra parte de ejercicios ergonómicos. A pesar de ello, no ha sido posible localizar a T. Bey para que añadiera más información sobre el tema.

En este mismo sentido, es sorprendente que en el documento oficial de defunción, según Los Angeles Times, Castaneda aparece consignado como Nev. Married, "Nunca estuvo Casado" cuando, en cambio, se sabe de su matrimonio con Margaret Runyan Castaneda, procedente de Charleston (W.Va.), que duró entre los años 1960 y 1973, y del que nació un hijo no reconocido por Castaneda, ni bajo juramento ante un tribunal. Este supuesto hijo tiene ahora 36 años y vive en Atlanta. No para de reclamar ser el descendiente del afamado autor y para ello afirma tener un certificado de nacimiento en que el figura Carlos Castaneda como padre. No obstante, nada de ello está realmente aclarado a pesar de las investigaciones realizadas por E. Stanley, P. Kerkstra y S. Glover. La nube se cierra a su alrededor.

Cuando, hace unas semanas se pidió información sobre la muerte de Castaneda a su presunta ex esposa, M. Runyan de 76 años, ésta respondió que nadie le había informado, que no sabía nada, pero que él ya estaba preocupado por su muerte desde años atrás, afirmaba que iba a ser la mejor experiencia de su vida. En 1995, mientras impartía el seminario en Anaheim, nuestro autor declaró en público que: "...todos nos estamos enfrentando al infinito, tanto si nos gusta como si no ¿Por qué no lo hacemos mientras estamos débiles, cuando estamos con la salud quebrada o cuando estamos moribundos? ¿Por qué no cuando nos sentimos fuertes? ¿Por qué no ahora mismo?" En cambio, contrastando con estas explícitas declaraciones de hace tres años está su postura de cuando lo entrevistaron para la revista Time en el año 1973; entonces se mostró mucho más sucinto al tratar el tema del final de la vida desviando la atención del periodista hacia un graffiti que había en un muro de Los Angeles en el que se decía: "La muerte es el subidón más fuerte de todos. Por eso nos lo reservan para el final".

Nuestro ínclito autor ha dejado un testamento que debe ser leído y validado a lo largo del mes de julio en Los Ángeles, y un dudoso certificado de defunción: perfecto final para una vida impecablemente brumosa. Las pocas personas que podrían salir legalmente beneficiadas de sus abundantes y jugosos derechos de autor fueron avisadas de la muerte de Castaneda por su abogada Deborah Drooze, pero nadie lo dijo a la prensa ni a ningún otro medio de comunicación hasta el día 18 de junio (había muerto el 27 de abril). Por su parte, la médico que atendió Castaneda en sus últimos respiros, Angelica Dueñas, no se sabe que haya hablado absolutamente con nadie en referencia a este tan secreto paciente. Incluso aquellas personas que, según parece, tenían a nuestro autor como a uno de sus buenos amigos no supieron nada acerca de su óbito y, cuando más tarde les fue comunicado tampoco gastaron ni un instante para dar a conocer la muerte de su amigo a nadie. Este fue su tributo a Castaneda y a su menosprecio por la publicidad, respetándolo y prescindiendo de la dimensión de realidad en pueda hallarse el autor.
Michael Korda, autor y editor que publicó algún libro de Castaneda en la editorial Simon&Schuster declaró que él mismo había adoptado como práctica habitual en su vida no discutir nunca ni con nadie relacionado con la industria de los medios de comunicación sobre Castaneda, y menos aun sobre su defunción. Tampoco Tracy Kramer, agente literaria de Castaneda en Los Angeles, ha devuelto ni una sola de las llamadas recibidas que preguntaban o comentaban algo sobre el mismo tema. En lugar de ello, se ha limitado a citar los mismos textos de Castaneda: "de acuerdo a la tradición de los chamanes de su linaje, Carlos Castaneda dejó este mundo en plena consciencia".

Como muy corto resumen de su vida pues, sólo me atrevo a añadir que Castaneda fue el autor de diez libros traducidos a diecisiete idiomas, libros que han causado un auténtica revolución en el pensamiento occidental de la segunda mitad del siglo XX. Algún observador norteamericano ha afirmado que fue el primer y principal ideólogo de la denominada Nueva Era, pero en mi opinión, quien ha leído con atención sus libros probablemente aceptará que en ellos hay la posibilidad de embuste, de fantasías trenzadas extraordinariamente bien y otras virtudes y cualidades, o bien lo contrario, pero -por lo menos desde la vieja y ya curtida Europa- se hace difícil ver en el brioso y masculino Castaneda un abanderado de la algo fofa Nueva bobEra. No creo que él lo aceptara.

En todo caso, el tema no está en si es cierto o no, en un sentido físico, el contenido de sus relatos, sino en lo tremendamente sugerente de sus libros, en lo que obran sobre los lectores y en el espacio mítico que ocupan en la realidad actual ¿Alguien se preguntaría si existió un Edipo de carne y hueso para corroborar la veracidad del mito o metáfora usado para explicar nuestras dependencias psicológicas maternas? ¿Verdad que no...?.


Fuente:http://www.geocities.com/Area51/Dimension/9522/entrevista9.html

domingo, junio 11, 2006

Retrato hablado de Carlos Castaneda

Por Martín Solares, publicado en la Revista UNO MISMO, 1994, México.

Según versiones de Octavio Paz, José Agustín, Jaime García Terrés, Juan Tovar, varios intelectuales que permanecerán anónimos y Carlos Castaneda.En 1976, año en que la cultura hippie aún estaba en apogeo con sus consignas de amor y paz, su interés por el budismo zen y sus técnicas para alcanzar la iluminación; cuando se generalizaba el interés de los jóvenes norteamericanos por las experiencias sicodélicas y empezaban a publicarse los primeros trabajos científicos sobre hongos alucinógenos y los libros de Tolkien hablaban de mundos fantásticos e inesperados; doce años después de aparecer El Señor de Los Anillos, diez años después de On the Road, un joven de origen latino terminaba de escribir un reporte que le permitiría titularse como antropólogo en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA).Era la tercera versión, tercera. Las dos anteriores habían sido desechadas por consejo de sus maestros. Uno de ellos, el profesor Harold Garfinkel, pionero de la etnometodología en esta universidad, formuló una sencilla observación que contribuyó de manera inapreciable a moldear el estilo del joven tesista: mientras aspirarara a obtener el título de antropólogo, el estudiante debía consignar sus hallazgos "de manera directa y detallada", evitando que su subjetividad intentara explicar lo ocurrido: evitando aparecer. La escritura de esa tercera versión le había llevado varios años a lo largo de los cuales debió trabajar como taxista y mensajero, entre otros empleos similares.Quizás nunca sospechó que los resultados de su reporte impresionarían a más de un estudioso en la Unviersidad de California. Quizás nunca imaginó que Anaïs Nin haría público su interés por ver publicado este trabajo, y ni siquiera creyó que la prestigiosa editorial de la UCLA imprimiría Las Enseñanzas de don Juan, forzandolo a desaparecer tras el nombre de Carlos Castaneda.CRONICAS DE UN BRUJO EN MEXICO1970: La millonaria editorial Simon & Shuster busca comprar los derechos para reimprimir la tesis de un joven antropólogo que se ha vuelto un bestseller. Al mismo tiempo, en México, un escritor aún más joven trata de convencer a don Joaquín Diez-Canedo de que publique dicha tesis en la editorial Joaquín Mortíz. El escritor se llamaba José Agustín Ramírez y por entonces ignoraba que la tesis de antropología que estaba recomendando llevaba varios meses de vender un promedio de 16 mil ejemplares a la semana en Estados Unidos.Don Joaquín ya no recuerda porqué no publicó esa tesis de antropología en la editorial a su cargo, y es que en ese tiempo "llegaban tantos libros..."1971: A diferencia de Diez -Canedo, Jaime García Terrés, entonses asesor editorial del Fondo de Cultura Económica, sí se pone en contacto con el director de UCLA, August Frugé, y le compra por razonables mil dólares los derechos de la tesis para su publicación en castellano. García Terrés, pionero en el interés por el estudio de los hongos alucinógenos, decide que la primera edición de Las Enseñanzas de don Juan en castellano debe ser todo un acontencimiento, y encarga la portada a Leonora Carrington, el prólogo a Octavio Paz y la traducción a Juan Tovar -este último por recomendación de Diez-Canedo.1972:Castaneda viaja a México a fin de conocer a su entusiasta editor en el Fondo de Cultura Económica, y es presentado a varios empleados de esa institución: Alba Rojo, la directora de relaciones públicas de la editorial; Adolfo Castañón; el traductor Juan Tovar y su esposa, Elsa Cross. También conoce a José Agustín e inicia con él una de sus amistades más duraderas con un mexicano. Se siente tan satisfecho con el trabajo de García Terrés que le facilita la publicación en castellano de sus siguientes obras, entre ellas Una Realidad Aparte y Viaje a Ixtlán, las cuales habían aparecido recientemente en la Unión Americana, con diferencia de varios meses, y se conviertieron inmediatamente en bestsellers.1973: La revista Time emprende -infructuosamente- una investigación a nivel mundial, particularmente encarnizada en México, donde sus reporteros peinan varios estados de la república buscando pruebas de la existencia de don Juan. En su número del 5 de marzo de ese año, Time entrevista a Castaneda y publica las únicas fotos conocidas de él: un close-up de sus ojos y la imagen de cuerpo entero de alguien que, apoyado en un escritorio de la biblionteca de UCLA, lee un libro y se cubre el rostro con un sombrero de paja.1974: Cargando un ejemplar de Relatos de Poder, su cuarto libro publicado en Estados Unidos, Castaneda realiza un viaje a México durante el cual asiste a una comida que sus amistades le ofrecen en casa de Vicente y Alba Rojo. Lo acompañan tres mujeres a las que presenta como su esposa, hermana y cuñada. De acuerdo a las descripciones, podría tratarse de su pareja, Florinda Donner -una novelista venezolana a quien muchos toman por sueca-, de la también escritora Taisha Abelar y de su compañera de aprendizaje, Carol Tiggs, respectivamente. Durante esta visita a México, Castaneda simpatiza también con Héctor Manjarrez y Fernando Benítez. Una amiga de García Terrés va a buscarlo al Hotel Camino Real y lo encuentra registrado bajo el nobre de "Carlos Castañeda".1975: Regresa a México. Visita a José Agustín y a Jorge Fons, acompañado por Juan Tovar. A partir de este año, sus siguientes libros dejan de publicarse en el Fondo de Cultura Económica, debido en buena medida a que su amigo Jaime García Terrés, entonces subdirector de la editorial, abandona la institución. Durante esta época y hasta finales de 1976, visita el Distrito Federal en varias ocasiones, en una de las cuales es entrevistado sobre cuestiones sexuales y brujería para la revista de caballeros El.1981: Al enterarse de que José Agustín traducirá El Don del Aguila al castellano por encargo de Editorial Diana, Castaneda le llama para saludarlo y mantiene cierto contacto telefónico con el escritor. Cuando el libro se presenta en la capital de la república, pocos meses más tarde, Castaneda asiste de incógnito al evento, y, de pie entre el público, hace muecas y saluda a un atónito José Agustín en el estrado. Cuando tres años más tarde aparece El Fuego Interno en México, Castaneda anuncia su participación en un par de presentaciones que se llevarían a cabo en la librería de Daniel Cosío Villegas del Fondo de Cultura Económica, y en el CUC. De ambas sale al sentirse asediado por las cámaras. Algunos fotógrafos aficionados insisten en que esa noche varios de sus rollos salieron velados.APUNTES PARA UNA BIOGRAFIA NO AUTORIZADACarlos Castaneda cumplirá 27 años en 1995. La persona detrás de ese nombre celebrará su cumpleaños número 60 el 25 de diciembre de ese mismo año. El primero es un seudónimo, el segundo es un doctor en antropología de orígen brasileño que tuvo sus primeros esturios en Argentina, tomó un curso de artes plásticas en Italia y finalmente entró a la Unversidad de California. Ambos afirman haber sido iniciados en la brujería por un indio yaqui llamado Juan Matus. Los dos habían completado su aprendizaje a lo largo de tres vastas sesiones: de 1961 a 1965, de 1968 a 1973 y a partir de junio de ese año -mes en que muere don Juan- hasta la fecha. Todavía en 1974 era posible encontrarlo dando clases a los alumnos de antropología de la Universidad de California, y era frecuente escuchar cómo éstos últimos le apuntaban y se decían unos a otros "Hey, ése es Castaneda", mientras caminaban por los pasillos de la universidad.Si se le ve de lejos, escribe José Agustín, Carlos Castaneda o Carlos César Aranha Castaneda sorprende por su parecido con el actor Peter Lorre; pero ya de cerca "es de estatura menos que mediana, complexión robusta, color moreno, cabello crespo y fisonomía mestiza" según recuerda Juan Tovar. No es posible ubicarlo en un tipo racial específico, ya que podría proceder de cualquier país latinoamericano, exceptuando a México, pues -como coinciden varios entrevistados- "hay algo no mexicano en sus razgos". Tampoco sería fácil atribuirle un origen analizando su acento, pues habla el inglés como si fuera gringo, recurre con facilidad a palabras del portugués y por lo general maneja un español ubicuo, con expresiones provenientes de diversas partes del continente, tales como "Kiko y Kako", "San Puta" o "hijo de la gran flauta". Para un novelista que insistió en no ser identificado, Castaneda siempre se comportaba en público como si estuviera ralizando una performance, soltando pistas falsas a f in de crear un muro de niebla en torno a su identidad. Es posible que las palabras en portugués sean parte del muro.Según los intelectuales mexicanos que lo han tratado, el autor de Las Enseñanzas de don Juan acostumbra cancelar compromisos inesperadamente -a veces a través de Florinda Donner-, argumentando súbitas enfermedades u obligaciones ineludibles. Todos destacan su facilidad para relacionarse con las personas y su gran simpatía. Varios concuerdan en que nunca ha proporcionado su dirección ni su teléfono a sus amigos, a lo mucho el número de un apartado postal en Los Angeles o los datos de su agente literario en turno. Gusta de telefonear a sus amistades a cualquier hora de la noche, pero cuelga si le responde un contestador telefónico. A veces afirma estar en una ciudad cuando en realidad se encuentra en otra distinta. Siempre es él quien decide la hora y el lugar de las entrevistas, y no es extraño que deje plantada a una persona si el aspecto de ella no le parece confiable. No estimula a nadie a usar drogas y no se le ha visto tomar vino, mariguana ni refrescos embotellados. Practica karate a diario. Viste ropas conservadoras, por lo común en colores otoñales. No está inscrito en ninguna asociación pública. Puede tardar varios meses en responder a los mensajes de sus editores de cualquier país. Aburrido de encontrar los objetos más siniestros dentro de las cartas que le envían, hace varios años que dejó de revisar concienzudamente su correo. No siempre ha sido Carlos Castaneda.Como atestigua la escritora Florinda Donner en Ser en el Ensueño, uno de susu libros más recientes, su compañero de aprendizaje también ha vivido bajo los nombres de José Cortéz e Isidoro Baltazar, el primero de los cuales correspondía a un supuesto trabajador indocumentado que a la par que trabajaba en una cafetería de California como lavaplatos también escribía un libro.TAXONOMIA DE LOS CASTANEDITASUna visita a las librerías esotéricas de Coyoacán revela una curiosa variedad de libros que analizan, aluden e incluso continúan la saga de don Juan y Carlos Castaneda. Taisha Abelar y Florinda Donner -quienes vivieron su aprendizaje como brujos junto a Castaneda- han escrito sobre tales experiencias. Menos talentosas que las anteriores, existen varias novelas "inspiradas" en la saga de don Juan, y que también se venden. Entre los estudios serios a propósito de Castaneda sobresalen Castaneda a Exámen -una antología de escritorres norteamericanos en torno al tema- y el casi inconseguible Castaneda's Journey, del periodista Richard de Mille, mismo que Juan Tovar quiso traducir para el Fondo de Cultura Económica pero García Terrés "no se animó". De Mille presentó un reportaje muy documentado buscando revelar la vida privada del aprendiz de don Juan Matus. A pesar del libro de Richard de Mille y de otros exámenes a Castaneda, algunos compradores de estos libros no sólo ven en ellos una propuesta literaria, sino vital.En México los seguidores de Castaneda son de los más diverso. La gran mayoría no lo ha visto nunca y asiste a sesiones donde practican ejercicios de lo más variado. Un literato, después de cuatro años de conocerlo y simpatizar me reveló que asiste desde hace cinco a una especie de taller esotérico, del cual no quiso dar más datos. Su maestro es alguien que afirma conocer a otros naguales de la línea de Castaneda. Y lo que sea que haya visto allí tiene al literato muy asombrado. Federico Fellini relató que, tras dar a conocer sus intenciones de filmar Las Enseñanzas de don Juan, recibió varias amenazas de muerte. Y varios de los intelectuales mexicanos que pidieron no ser identificados recordaron que algunos de los más entusiastas lectoers de Castaneda eran personas dedicadas profesionalmente a la brujería, asesores esotéricos de altas personalidades mexicanas, guardaespaldas y otros trabajadores que acostumbran abusar de la fuerza bruta. Tomando en cuenta esto, varios de mis entrevistados me sugirieron no ahondar en ese aspecto de la investigación. Y no lo hice. Pero mientras trabajaba en la parte intelectual del reportaje, obtuve de manera inesperada una dirección en Los Angeles, así que llamé a un amigo de Los Angeles Times y le pedí dirigirse al lujoso barrio residencial de Westwood, cercano a los estudios Universal. Una vez allí, se detuvo en la caseta del vigilante, apretó un botón y preguntó por "el señor Carlos Castaneda", dirigiéndose a la cámara de video que lo observaba desde el techo.EN EL DOMICILIO DEL NAGUALPara 1991, los libros de Castaneda alcanzaron 257 ediciones autorizadas en todo el mundo, circulaban fotocopiados en países del extremo oriente y tan sólo en Estados Unidos habían vendido ocho millones de ejemplares. Simon & Schuster, Penguín Books y Gallimard son algunas de las editoriales que se han encargado de difundir su obra. En México, cada uno de sus libros publicados en editorial Diana (El Don del Aguila, El Fuego Interno y El Conocimiento Silencioso) ha agotado alrededor de 250 mil ejemplares, mientras que las ventas y las reediciones anuales de hasta 20 mil libros de Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder en el Fondo de Cultura Económica lo vuelven un bestseller comparable a autores como Octavio Paz o Carlos Fuentes y tan sólo inferior a Francisco Rojas González, Juan Rulfo o Mariano Azuela, estos últimos arriba de los 500 mil ejemplares vendidos.Según Fausto Rosales, su editor en Diana, la cantidad que Castaneda recibe de esa editorial por concepto de anticipos no es para asustarse, "sobre todo si se piensa que autores como Carl Sagan llegan a recibir varias decenas de millones de dólares por los derechos de uno de sus libros". Rosales, que sí ha tratado a Castaneda, insiste en que el dinero es un asunto intrascendente para el escritor, y que éste no vive como un millonario.Una visita -con el pretexto que sea- al interior de su departamento revelaría una colección de más de 260 ejemplares de su obra publicada en los idiomas más diversos, una pintura realizada por la hija de Jaime García Terrés, libros de poetas como San Juan De La Cruz, César Vallejo y Dylan Thomas, algún recibo de la tarjeta de crédito Master Charge; un libro de Florinda Donner dedicado "a la aranha que me lleva sobre su lomo", y dos coches en el garage, una pick up color crema y un Ford marrón cuatro puertas.Castaneda, que aún no ha perdido su condición atlética, usa ahora el cabello corto y está completamente encanecido. Dice una de sus vecinas que "si tiene 60 años, no se le notan". Y no todos saben de quién se trata. Algo tiene que ver el que Castaneda haya rechazado la oferta de un millón de dólares que American Express le hizo para que anunciara su tarjeta de crédito durante apenas 15 segundos. Algo le debe a su decisión terminante de no permitir que sus películas se lleven al cine, "para no ver a Antohny Quinn haciéndola de don Juan", y a sus cada vez más remotas apariciones en público. Todavía sigue luchando contra las malas traducciones de sus libros al español, y acostrumbra desaparecer por unos meses cada vez que publica un nuevo libro, alarmando a sus seguidores.En una ocasión, dice, simplemente tomó una maleta pequeña, pidió un taxi al aeropuerto de los Angeles y caminó por los pasillos hata que sintió el llamado de una de las aerolíneas. Entonces él y Florinda Donner iniciaron uan visita de varias semanas al continente asiático. Cuando alguien consigue preguntarle si ha inventado por completo lo que ocurre en sus libros, inmediatamente respinga: "Yo no podría haber inventado a don Juan Matus", y alega que sus libros fueron escritos gracias a un complejo proceso de concentración que busca "fijar el punto de encaje" a fin de lograr ver de nuevo los hechos que uno pretende relatar.En México, la mayoría de los intelectuales coinciden en tres cosas: 1)Agradecen que los libros de Castaneda estén tan bien escritos y lo respetan como escritor, 2) como ha dicho Octavio Paz, les interesa menos el misterio en torno a la identidad de Castaneda "que los enigmas que propone su obra"; y 3) resaltan su capacidad para trabajar imágenes. Jaime García Terrés insiste en que nunca ha utilizado la palabra "fraude" para referirse al escritor: "Alguna vez dije que es un hombre que se dejó vencer por su imaginación, que es muy respetable y creativa"; Juan Tovar coincide en que Castaneda está viviendo el mito que se construye "y nos construye", y está convencido de que sus relatos o cuentos de poder son, al igual que la teología de Borges, una rama de literatura fantástica, cada nuevo libro narrativamente mejor logrado que el anterior y "más duro de tragar como documento". En la misma línea, José Agustín, que no ha desdeñado hablar ni escribir el tema más que por cansancio, cree que el autor de El Arte de Ensoñar y El Segundo Anillo de Poder "se halla en una ruta fascinante de desarrollo humano y de exploración seria, honesta e inteligente de muchas posibilidades reales de la mente humana, y que su 'autobiografía sui generis' vale antropológica, filosófica, psicológica, esotérica y literariamente".Cuando por fin mi amigo en la entrada a la zona residencial de Westwood recibió respuesta, el silencio fue roto por una voz de mujer que pronunció una sola palabra:-No.Y eso fue todo.



http://www.geocities.com/diablisima

domingo, mayo 28, 2006

Grabacion de Maria Sabina

http://www.azteca21.com/images/noticias/buenasnoticias220506-4.jpg


Publicado por Alondra en Archivos Toltecas@...el 05/22/06

sábado, abril 01, 2006

Cómo conocí a Carlos Castaneda

Por Héctor Loaiza, publicado en el sitio Resonancias.org,2003.

Ciudad de México, 16 de julio de 1982
Aquella mañana nublada, después de haber regresado de un viaje de varios días a Oaxaca, empecé hojeando diarios en busca del "flash" que me serviría en el reportaje que estaba haciendo para el semanario francés Paris-Match. Era la víspera de mi partida de México. Una nota en cuatro columnas en Uno más Uno, daba cuenta de la conferencia de prensa que Carlos Castaneda había dado días antes, a raíz de la salida de su libro “El Don del Águila”.Castaneda era el autor más inaccesible. A lo largo de su obra, había embrollado evidentemente las pistas de sus orígenes, decía ser brasileño (1). Muchos periodistas y canales de televisión norteamericanos, europeos y latinoamericanos habían intentado entrevistarlo en vano. Hice una encuesta rápida por teléfono para saber la editorial que publicó su libro (en su artículo, el periodista no lo había precisado). Era la Editorial Diana. Por otro lado, yo no tenía mucha esperanza de encontrarme con él. Al fin, hablé por teléfono con la encargada de prensa de dicha editorial que me dijo que Castaneda se encontraba aún en la capital mexicana, pero que no podía asegurarme que me concedería una entrevista. Muchos habían fracasado en el intento, ¿por qué yo tendría éxito?Debía forzar los acontecimientos. (Seguramente que esta actitud le gustó a Castaneda ya que después la llamaría ser la del “pirata”). No conseguiría nada quedándome en mi cuarto de hotel. Fui a ver en persona a la encargada de prensa de la Editorial Diana, para convencerla de que mi interés en hacerle una entrevista era también personal. Yo había publicado un relato en francés (1) sobre mi iniciación al conocimiento de los brujos indios de Perú. Le dejé un ejemplar de mi libro. Me prometió que haría todo lo posible por ponerse en contacto con Castaneda y me pidió el número de teléfono de mi hotel. No estaba tan seguro de que me llamaría.Esa tarde me quedé en el cuarto de hotel, ordenando los apuntes que había escrito para mi reportaje. Afuera se desencadenó una tempestad provocando inundaciones y embotellamientos en el tráfico. A eso de las 18 horas, llamó Fausto Rosales de la Editorial Diana, para anunciarme que Castaneda había aceptado que yo lo entrevistara. Me dio una cita a las 20 horas en el "lobby" del hotel Sheraton María Isabel donde Castaneda se alojaba durante su estadía en Ciudad de México. El Sheraton estaba en el paseo de la Reforma a cuatro cuadras de mi hotel. ¿Cómo lo reconocería? Me indicó que Castaneda era bajito, llevaría puesto un saco de paño blanco y jaspeado, corbata y pantalón azul. Estaría acompañado de su amiga norteamericana que era rubia.Llegué a la hora indicada al hall del hotel y me puse a esperarlo, imaginándome el rostro que tendría. Recordaba el retrato que le hizo un dibujante de una revista norteamericana en 1972, que el mismo Castaneda había borrado en parte para que no se le reconociera. El dibujo se publicó en diversos diarios y revistas del viejo y del nuevo mundo. Trataba de reconocer su aspecto en las personas que esperaban, como yo, en el lobby del hotel. Estuve parado un cierto tiempo, hasta que decidí sentarme en un sofá. De pronto, un poco más lejos, se levantó un hombre pequeño, de tez morena, acompañado de una mujer bastante joven con cabellos largos y rubios, repitiendo la frase en voz alta: “¡No ha venido!” Estaba vestido tal como me lo había descrito por teléfono Fausto Rosales. Yo me levanté para ir detrás del desconocido que, siempre acompañado de su amiga rubia, se dio vuelta de improviso y vino en mi dirección. Me acerqué tendiéndole la mano y le pregunté: “¿Carlos?” Con una sonrisa, me respondió que había estado muy preocupado al no verme, por lo que había preguntado por mí a varias personas.Una mecha de pelos negros y crespos estaba peinada hacia adelante, intentando ocultar su calvicie. Dos arrugas profundas atravesaban su frente. Sus ojos también negros eran grandes y penetrantes. Los párpados eran abultados y marchitos parecían ser pequeñas bolsas. Las arrugas hendidas en el rabillo de los ojos indicaban que reía mucho. Su rostro era ovalado, sus pómulos no eran salientes, su mentón terminaba en punta y, en el lado derecho, había un lunar. La barba espesa estaba afeitada con cuidado. Las dos hendiduras laterales que descendían de las aletas de la nariz hasta la boca eran también profundas. Sus orejas grandes acentuaban la impresión jovial que despedía el personaje. Aunque los rasgos no fueran armoniosos, el conjunto del rostro, sobre todo su mirada, era fascinante. Creía haberlo visto antes en algún lugar, (era el tipo de persona que se ve mucho en Perú, me recordaba a un psiquiatra que yo había conocido en Lima en mi época de militante).Pocos minutos bastaron para darme cuenta de que la "corriente pasaba entre nosotros". Nos tuteamos con naturalidad. (Al verme, Castaneda despejó inmediatamente sus últimas reticencias. Estaba con un compatriota y no podía representar más la comedia de decirse brasileño). Al principio hablaba en un español con entonaciones argentinas, especialmente en su pronunciación de la “ll”. Más tarde, diría que mi evolución personal le decidió a conocerme: de militante de extrema izquierda en mi juventud terminé en Europa en el esoterismo.Me presentó a su amiga y luego me preguntó si quería ir a una invitación que le habían hecho unos amigos. Así podríamos hablar. Salimos del hotel, Fausto Rosales nos estaba esperando en un Wolskwagen con el cual nos llevaría a su casa. Castaneda y yo nos instalamos en los asientos de atrás, mientras su amiga se sentó al lado del conductor. Mientras el coche recorría las avenidas repletas de vehículos diversos, me hacía preguntas sobre el viaje que yo había hecho a Oaxaca, ya que creía que yo había ido a esa hermosa ciudad tras los rastros de don Juan.Me hizo la confidencia después sobre la invitación que le había hecho años atrás el entonces Embajador de Perú en Washington. El diplomático había tomado contacto con su agente literario, pese a que rehusara invitaciones de ese tipo, había aceptado por respeto a su cargo. La entrevista fue formal, el Embajador y Castaneda hablaron de generalidades. El asunto hubiera terminado en el olvido, pero varias semanas después otro peruano le contó a Castaneda el comentario del Embajador: “Sí” había dicho, “conocí al célebre Carlos Castaneda. ¡Ay! ¡pero había sido cholo!” Al terminar su relato, Castaneda lanzó una sonora risotada. Después dijo que Mario Vargas Llosa había ido a Los Angeles con un equipo de un canal limeño (donde el escritor animaba por ese entonces un programa cultural) y había intentado también entrar en contacto con Castaneda para entrevistarlo. Éste no aceptó la propuesta del escritor.En el salón de la residencia de su familia, Fausto Rosales me presentó a su hermano, a algunas empleadas de la Editorial Diana, entre las que se encontraba la responsable de prensa y a una hermosa mexicana de unos treinta años que se parecía a María Félix. Llegó después un grupo de muchachos, seguramente “cuates” —como se dice en México— de las empleadas de la editorial. Los muchachos estaban un poco “volados” y también ebrios.Me senté en un canapé al lado de Castaneda, que a su vez estaba acompañado de su amiga. Al poco rato, ambos se juntaron a los demás invitados que subían al primer piso donde aparentemente estaban las mesas con las comidas y las bebidas. Me quedé conversando un rato con la responsable de prensa sobre temas diversos que iban de mes impresiones sobre la Ciudad de México, sobre Oaxaca y otras ciudades del sur que yo había visitado. Viendo que el salón se había quedado vacío, me decidí también a subir al otro piso para juntarme con los demás. Al llegar, oí que Castaneda estaba burlándose de mí, me llamaba “peruano europeizado” y reía a carcajadas. Al darse cuenta de mi presencia, cambió de tema. Se puso a contarle a la anfitriona, a la señora Rosales, sus peripecias en la búsqueda de una casa que deseaba comprar para albergar al clan de don Juan, donde se consagrarían a sus experiencias.Después de que los invitados hubieran saboreado los diversos platos mexicanos, bebido algunas copas de vino, vasos de cerveza o de refrescos (Castaneda comió muy poco y no bebió vino), alguien le pidió que diera una charla. Para lo cual, descendimos al salón de la planta baja. La asistencia estaba literalmente bajo el encanto de sus palabras. Su humor irreverente hacia consigo mismo acrecentaba aún más la simpatía de las personas reunidas allí. Habló de don Juan, cómo había desaparecido de nuestro mundo convertido en energía pura. Insistió en la noción del desapego y sobre la actitud del “guerrero” frente a la vida. Algunos de los asistentes le hacían preguntas que él respondía sin tardar. Pero uno de los cuatro jóvenes, bajo el efecto de la hierba y de la cerveza, le preguntó a boca de jarro: “¡Oye, Carlos! ¿Dónde está la lana (3)?” Disimulando su desagrado, Castaneda se quedó en silencio. Intervine para corregirle al muchacho que, en nuestro medio latinoamericano, se criticaba a un escritor que había tenido éxito pecuniario por su talento. Pero se aceptaba como una cosa natural que el director de una gran empresa o el banquero amasaran fortuna. El ex abrupto del muchacho le cortó las ganas de continuar su charla.Además ya era tarde. Yo me preguntaba en qué momento le haría la entrevista a Castaneda. Después de agradecer a la anfitriona y de despedirnos de los invitados que se quedarían aún, Fausto Rosales nos propuso conducirnos otra vez a nuestros respectivos hoteles. Me instalé en el asiento de atrás junto a la amiga de Castaneda, mientras éste se había quedado diez metros más lejos conversando con la bella desconocida que se parecía a María Félix. La amiga me comentó que Castaneda se permitía regresar a Perú para ver a su familia, como no se conocía su apariencia física y como había publicado sus libros en realidad con un seudónimo (4).En ese preciso instante, Castaneda se acercó al Wolskwagen donde le estábamos esperando, para pedirle a su amiga de una manera afable que le permitiera ir al día siguiente al cine con la hermosa mujer. La amiga le respondió que no había ningún problema y se fue, bastante risueño, a darle la cita a la bella. En el camino de regreso al centro, me anunció que en vista de que estaba cansado, era mejor que yo lo entrevistara al día siguiente muy temprano. Nos dimos una cita en la cafetería de su hotel.-----------------------------------------------------------------------------(1) Sobre el mito de su origen brasileño, uno de sus discípulos, después del fallecimiento del maestro, insiste en su website en decir que Castaneda nació en el pueblo fronterizo del norte de Brasil, Iukeiri, pero la ortografía del pueblo es incorrecta. En realidad, sería Juqueri.(2) "Le chemin des sorciers des Andes", Editions Robert Laffont, París, 1976. La versión española, "El camino de los brujos andinos", fue publicada por la Editorial Diana, México, 1998.(3) La palabra “lana” de la jerga mexicana designa al dinero.(4) Se puede decir que “Carlos Castaneda” era un seudónimo, ya que sus verdaderos nombres y apellidos —que seguramente figuraban en su pasaporte— eran “Carlos César Arana Castañeda”, nacido en la ciudad de Cajamarca (Perú), el 25 de diciembre de 1925. Hijo de César Arana Burunguren y de Susan Castañeda Novoa.

domingo, marzo 26, 2006

miércoles, marzo 15, 2006

Conversación con Carlos Castaneda, explorador de lo desconocido

Por Héctor Loaiza, publicado en el sitio Resonancias.org,2003.


Ciudad de México, 17 de julio de 1982


A las 7 de la mañana, Carlos Castaneda, vestido de una manera diferente a la víspera, ya me estaba esperando en la cafetería del Sheraton Maria Isabel. Esta vez llevaba una camisa gris sport, con cuello abierto sobre las solapas de su saco también gris. En realidad no se podía calcular su edad: parecía ser un eterno adolescente. Pero su rostro moreno y arrugado semejaba esa mañana haberse hendido aún más, llevando los signos distintivos de los adictos al peyote. Era tal vez el cansancio, ya que él había dormido muy poco (como yo).
A mi primera pregunta, Castaneda se sintió "bloqueado", porque nunca había concedido una entrevista grabada. Me sugirió que lo escribiera, porque no podía hablar frente a la grabadora, testigo frío y mecánico. La tuve que apagar. Seguimos conversando hasta que sin que él lo notara, la encendí de nuevo. Lo que sigue es el resultado de una entrevista de dos horas.

HÉCTOR LOAIZA: ¿Cuál ha sido tu formación, qué libros leías y qué autores han influido en tu trabajo?
CARLOS CASTANEDA: Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan, yo era un estudiante de antropología muy concienzudo: estudiaba y leía mucho. Hasta me preparaba bastante para hablar con él acerca de los usos del peyote. Una vez don Juan me hizo un chiste muy interesante, me dijo que me había preparado en vano. "Te preparas tanto” añadió, “¡entonces el conejo salta sorpresivamente en diferentes sitios!" Me advirtió que yo no contribuiría con interpretaciones basadas en mis lecturas a lo que él me estaba diciendo. Fue una decisión sabia de su parte, puesto que ya habíamos empezado grandes discusiones. Por mi lado, tenía dudas sobre él. Ese hombre era un farsante que me estaba engañando. En materia de los usos del peyote me refería a la autoridad máxima, el Dr. Weston La Barre (1) (considerar a éste como autoridad máxima era una aberración). Pero en esa época, creía en la autoridad de La Barre a las cosas que don Juan me decía. Pensaba: “Ese viejo no sabe ni pizca de los usos del peyote, no habla como La Barre. No hay nada que pueda reconocer en lo que dice este animal, con lo que ha escrito el gran profesor La Barre". Cortarme de eso fue muy sabio, no podía hacer otra cosa.

H.L.: A través de tus libros que fueron éxitos de librería en los Estados Unidos y Europa, se llega a la conclusión de que don Juan existe, es real, y ahora vive en la imaginación de tus lectores.
C.C.: No. Don Juan es como Carlos Castaneda, otro personaje. Es el Nagual, el dirigente de un ciclo mágico y como tal, don Juan Matus tiene una gran importancia. Como persona social don Juan no llamaba la atención. Además no sólo es un personaje importante en su ciclo mágico, sino que también ha testimoniado de las circunstancias que lo convirtieron en personaje.

H.L.: Carlos, desde ayer, he constatado que tu visión de los seres y las cosas es ficticia. Porque hablas del "personaje" Carlos Castaneda, del "personaje" don Juan. Para ti, la realidad no es más que una ficción y para citarte textualmente: "es sólo una descripción".
C.C.: Sí, efectivamente. Pero es una descripción compartida. Los seres humanos están envueltos en un consenso que es exigente en lo cotidiano. El consenso particular de un grupo de brujos ligados al personaje don Juan Matus, el Nagual, puede extenderse y cubrir un número más largo de participantes.

H.L.: ¿Puedes explicarme un poco más el ciclo mágico de don Juan?
C.C.: Don Juan dice que según un mito tolteca se puede trascender el sentido biológico de la muerte. Un hombre puede liberarse de la compulsión de morir y puede morir de una manera diferente. Don Juan lo llama la "búsqueda de la libertad". Es un ciclo mágico que no tiene nada que ver con las unidades perceptivas de nuestro mundo cotidiano. El grupo de don Juan es cerrado, no porque en sí sea un grupo esotérico, sino simplemente no tiene interés en alcanzar a personas del exterior. Por razones ineluctables, concibió que era parte de mi ciclo de acercarme a gente extraña a él, sin que yo sea indio ni tuviera nada que ver con su tradición. Don Juan como persona social viene por supuesto de un grupo étnico. Tuve una gran dificultad en averiguar de dónde venía el Nagual, nunca me lo dijo, no porque fuera un secreto, sino que simplemente no le interesaba revelármelo. Si hay gente que busca de dónde vengo yo, no es cuestión mía. Si lo encuentran está bien y si no, ¡eso no es importante! Don Juan quería que yo borrara los rasgos de mi historia personal, ¡pero nunca me dijo cómo hacerlo! Es una categoría de índices tan vaga como por ejemplo "universidad". Nadie sabe en realidad lo que es "universidad". Todo el mundo puede tener una opinión diferente, pero usamos la palabra tan efectivamente como si compartiéramos el significado uniforme de "universidad". Don Juan quería que yo hiciera eso con un método tan vago como el de borrar mi historia personal. Entonces el "arreglo" de las contradicciones de la filosofía de don Juan, sucede cuando uno hace un "intento" artístico para llevarla a cabo y eso es importante para entender a don Juan y a su conducta.

H.L.: En uno de tus libros, relatas la manera cómo don Juan te ha hecho aproximar a su visión de la muerte. Te ha dicho que "hay que vivir con su muerte al lado".
C.C.: Por supuesto, es el mundo de referencia del guerrero al estilo de don Juan. El guerrero debe referirse constantemente a ese final inevitable. Sólo cuando uno toma —como dice don Juan— la muerte como punto de referencia, sin morbidez y sin sentirse apenado u ofendido, entonces se puede en realidad superar la mezquindad natural de la vida. Don Juan decía que nosotros vivimos como seres inmortales, sin dar cuenta de nuestros actos a nadie, como si fuéramos eternos. Nos damos el lujo de perder el tiempo y andarnos en idioteces. Estoy convencido de que don Juan tenía razón. Es una manera mucho más interesante de enfocar la vida y no como mis familiares, que viven aterrados por la muerte y sin embargo desperdician sus vidas. ¡Qué barbaridad! ¡Es una manera espantosa de no darse cuenta de lo que hacen!

H.L.: Hay dos actitudes frente a la muerte, la primera es tener una idea mórbida, por ejemplo es rendir culto a la muerte. Y la otra, es la represión: no pensar más en ella. Es lo que pasa en Occidente, donde la gente trata de olvidar a toda costa que un día va a morir.
C.C.: En ese sentido don Juan, en su tradición es único al considerar que la muerte es un punto de disolución, una referencia a todo lo que hacemos. Pero, él quería trascender la muerte y cambiarla. Sabía que moriría, que se extinguiría inevitablemente. Pero adoptó la opción de cambiar la finalidad de la muerte y transformarla conscientemente en algo diferente. No quería dejar su cuerpo (ya lo dije anoche). Esto me parece una idea absurda, me es imposible concebir lógicamente como occidental que la intención de don Juan tuviera validez. No dejar el cuerpo es absurdo. Y eso era lo que él quería para él y para su grupo, que fueran capaces de trascender esa cosa inevitable que es la muerte y dejar que la fuerza viviente se escape del cuerpo. Él consideraba que la fuerza viviente tenía la suficiente capacidad como para transformar al cuerpo en energía pura, lo opuesto a lo que nos pasa a nosotros, hombres del mundo cotidiano. Dejamos que la fuerza viviente se escape del cuerpo y que éste se extinga como un organismo muerto, inerte. Para mí eso es único, no conozco a ningún autor que me haya dado una idea similar a la de don Juan en su búsqueda de la libertad y en la transformación del cuerpo en energía pura.

H.L.: Tus palabras me hacen pensar a la reencarnación, ¿qué puedes decirme sobre eso?
C.C.: Don Juan consideraba que creer en la reencarnación es darnos demasiada importancia. Somos tan únicos que no vamos a volver al mundo, una y otra vez, para perfeccionar nuestro esplendor. Eso sería absurdo. Para don Juan no estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. ¡Es inconcebible! Eso es un aspecto del enorme egoísmo judeocristiano, el de creerse seres únicos, hechos a imagen y semejanza de Dios. Don Juan solía decir que somos accidentes, seres que van a morir. ¡Eso es todo!

H.L.: En la conversación de anoche has esbozado la idea de desembarazarse del mundo afectivo, de los sentimientos. Y parece que tú lo has logrado…
C.C.: Efectivamente. Después de tantos años de prácticas, llegó un momento en que tuve una enfermedad muy grave, por lo que fui al médico. Tenía lo que se llama la “hiperventilación”, eso es lo que creía. Pero no era así. De acuerdo a la ideología de don Juan, "estaba perdiendo la forma humana". Bueno, yo nunca lo tomé en serio. Mi lógica no me permitía creer que uno pueda perder el aspecto humano, ni siquiera entendía lo que don Juan quería decir. Para él, "perder la forma humana" significaba entrar en un estado de desprendimiento. Pero no se llega a eso poco a poco, como un conocimiento o un "estar consciente" de que es importante perder ese apego. Llega de sopetón. Llega un día en que uno pierde la forma humana y al día siguiente está envuelto en un sentimiento desconocido, inexplicable. Así vivía don Juan.

H.L.: También hay esta noción que también mencionaste anoche que es el desapego, que me parece una influencia oriental.
C.C.: Llega un momento en que el aprendiz siente que no tiene más apego, que el mundo no tiene la fuerza ni el valor coercitivo que tenía el día anterior. Ese es el secreto. El mundo nos obliga a actuar de cierta manera. En ese sentido son importantes y de una sofisticación extraordinaria las conclusiones a las que han llegado los brujos o los chamanes (como queramos llamar a don Juan). Para ellos, "el mundo es una percepción" y nosotros somos los que lo perciben. Depende de nosotros que le demos significado de uno o de otro modo, no sólo cultural. Y si decimos, es cuestión de mi cultura, de mi educación, eso nos exonera de la responsabilidad de actuar. Para don Juan eso no tiene importancia. Debemos entender que el mundo es una percepción y como tal es posible entonces actuar sobre él y cambiarlo. Y tenemos que cambiar el tenor de esas percepciones. Al lograr el cambio de una manera tan sutil y al mismo tiempo tan dramática, también cambia el significado del mundo. Éste deja de ser fijo y estéril, interminable, incompleto, como lo percibimos normalmente. Don Juan abarca todo eso y lo lleva a su punto culminante.

H.L.: Cuando dijiste que el desapego no es una noción racional, intelectual, voluntaria... El hecho de que se produzca de improviso, ¿no te parece que es una especie de mutación?
C.C.: Sí, don Juan y los miembros de su clan sostienen que es un cambio morfológico el que sufre el hombre, al nivel del campo de energía y no significa simplemente una mutación espiritual.

H.L.: Se trata entonces de una mutación psico-fisio-biológica.
C.C.: Por supuesto, de la manera como nosotros podríamos entender un cambio total, pero más que eso don Juan cree que es un cambio de energía. El hombre como campo de energía se transforma. Dice el Nagual que la presión es como un sube y baja y que en ese estado el guerrero se entrena. Esa presión, a un debido momento es tan fuerte que impulsa el cambio de la biología. Entonces el cambio es total y no es que uno se esté reprimiendo. No me controlo, ni trato desesperadamente por ejemplo de no enojarme o de ser desprendido, ¡eso sería simpático! Es el no tener interés, se me extinguió el interés. ¿Cómo me relaciono con el mundo? Lo que es importante en mí, es el personaje Carlos Castaneda, ya que no tengo ningún vínculo que me ate al mundo como persona. El único modo de entablar este puente con el mundo es a través del personaje, exactamente como lo hacía don Juan. Él decía que no tenía historia. Pero yo me esforcé como un demonio siguiendo mis cánones antropológicos, para encontrar su historia, su origen, sus datos vitales. El nunca me lo impidió, ¡eso no le importaba un pepino! Pero yo siempre pensaba que don Juan era hermético, no revelaba nada, parecía como si tuviera algo que esconder. Ahora estoy en el mismo caso, no tengo nada que esconder. Sin embargo, ahora comprendo la conducta de don Juan, él era un personaje, había perdido la forma humana y sólo podía relacionarse con el mundo como el Nagual, el dirigente. No he llegado a ese estado, yo no soy dirigente ni director de nada, pero si he perdido la necesidad de percibir el mundo.

H.L.: Se dice en Europa que en tus libros hay siempre una posición crítica, muy occidental, y se supone que eso es para crear una necesidad en don Juan de explicarte. O por otro lado, te aferraste a las normas sensoriales occidentales porque tuviste mucho temor de quedarte en esa realidad no ordinaria
C.C.: Los dos puntos de vista son correctos. Al enfrentarse a la disolución perceptiva, uno es tan vulnerable y tan débil que no hay manera de describir la sensación, el afán que tiene uno de reconfortarse. Esto es importante cuando uno está en embate con lo desconocido; es un miedo telúrico, biológico, que no tiene nombre. No se trata del miedo a la muerte. El miedo a la disolución psíquica es infinitamente más importante que el de la extinción biológica. Y uno necesita hacer uso de todos los elementos, baluartes, bastiones, de todo aquello en que uno pueda apoyarse. Al mismo tiempo yo tenía un gran interés en preguntarle a don Juan qué es lo que me estaba pasando, que él me explicara. Necesitaba una elucidación más amplia. El único modo de forzar a don Juan era preguntándole. Estoy en la misma situación ahora, si tú no me preguntas yo no te puedo explicar nada. Tienes que preguntarme y de ese modo estoy compelido a explicarte. Algunos de sus aprendices nunca le preguntaron nada, no llegaron a "engancharlo" intelectualmente. Y para ellos don Juan, el Nagual, era muy diferente de lo que era para mí. Un aprendiz jamás llega a entender lo que está practicando. Por mi parte, quiero entender qué es lo que estoy haciendo, como no tengo la salvaguarda del lector, no puedo defenderme de lo que le pasa a Castaneda, diciendo: "¡Ah esos son engendros de su imaginación!" Tengo que asumir una responsabilidad mayor. Debo adelantarme al fenómeno mismo y entenderlo o ¡me llevó Mandinga! No puede haber un acomodo medio para mí. Tengo que entender lo que está pasando y de ese modo dispongo de un apoyo mínimo.

H.L.: Carlos, has dicho que no eras indio, has dicho también de que asimilaste muy bien las enseñanzas de don Juan para "borrar tu historia personal". En Francia se sorprenden por el hecho de que hayas cortado tus raíces, que no tengas nada que ver con tu pasado. Y por otro lado, ahora que te he oído reivindicarte mestizo, “cholo”, frente a los valores culturales del mundo criollo, hispánico, creo que esa es la riqueza de tu pensamiento.
C.C.: El hecho de que sea “cholo”, ¡por supuesto! Eso es lo que me da una serie de premisas que envuelven puntos contradictorios. El único modo de resolver esas contradicciones es de una manera artística. Cuando digo que no soy indio, me refiero a un sentido cultural. Lo que yo hubiera considerado coherente en don Juan hubiera sido que él tomara como aprendiz a una persona que nació y creció en una reserva para indios en los Estados Unidos. Yo vengo de afuera, fuera del contexto de don Juan, ni siquiera tenía una idea del contexto indio de don Juan.

H.L.: Gracias al hecho de que en ti confluyan dos culturas, eras la única persona que haya podido captar la atención de don Juan.
C.C.: El Nagual, como vidente, era capaz de ver los campos de energía y vio en mí la energía adecuada para emprender este aprendizaje. El hecho de que culturalmente yo estuviera asimilado al pensamiento europeo me sirvió de soporte. Pero al mismo tiempo me ha distraído y me ha frenado del "intento total". Que yo sea perfectamente consciente de mis orígenes, ¡no podría ser de otro modo! Tenía que tomar en cuenta lo que era para perseguir lo que don Juan quería. Él exigía que uno se enfrente a sí mismo sin ninguna pasión, de hecho es uno de los puntos culminantes de su ideología. Me forzó a mí a que hiciera un recuento de mi vida, y cuando te digo que no vuelvo más al lugar donde nací lo digo en un sentido de que ya hice el recuento. Don Juan insistía de que era posible darle a lo que llama el “Águila”, la fuerza final, lo que nos devora, lo que nos dio sustento y nos creó. El Águila, es la suma total de todo lo viviente, en la tierra y más allá. Uno no sabe las enormes posibilidades biológicas, orgánicas, conscientes y la suma de todo que está allí. El Águila devora la conciencia en el mito tolteca. Si uno le da el sustento al Águila, en el sentido de hacer un recuento total de los eventos de su vida, uno estará libre. Pero al hacer ese recuento uno acaba con el sentimiento, con eso que nos hace seres del mundo. Don Juan acabó con las raíces. Porque el tener raíces nos fuerza a la parcialidad y nos llena de seguridades falsas, nos da la idea de pertenecer a un grupo, a una tradición. ¡Eso en sí nos impide volar! Nos quita la idea de que podemos valernos por nosotros mismos, que podemos salir, irrumpir de esa empalizada que el mundo ha creado alrededor de nosotros. Y eso es todo lo que se me ocurre como explicación. Pero estás obligado de tener en cuenta quién eres para poder hacer esa ruptura. Eso sucede sólo cuando uno sabe quien es uno. Una de las cosas que siempre me molestó es que soy zoquete, bajito, oscuro y feíto —como decía don Juan— en un ambiente de gente alta y blanca, porque los americanos son apuestos, bien hechos. Entonces yo estaba lleno de complejos desesperantes. Don Juan creía que no había modo de salir de ese callejón sin salida. Ir al psiquiatra para que me arregle mis sensaciones, para don Juan eso tampoco era el remedio. Lo importante era cortar con todo. El Nagual decía que los que nacíamos vivos en las nubes éramos príncipes. Entonces ¡yo era un príncipe feo! Cada vez que alguien me mantenía en un globo y me sacaba el aire, yo me caía al suelo con frecuencia. Don Juan recomendó que uno andara en el suelo, por lo bajo. Eso era enfrentarse consigo mismo, sin mentiras, de una manera indestructible. Porque si no hay espejismos acerca de lo que es uno, la presentación del yo en la vida cotidiana tiene otro cariz, cobra otro significado. Ya no hay necesidad de presentarse como el príncipe o la persona de una gran importancia. Entonces esa presentación es mucho más certera, ¡uno ya no es el chico del cielo!

H.L.: Lo que más ha llamado la atención en Europa en tus libros es el aprendizaje por medio de los psicotrópicos para "destapar" los sentidos hacia esa realidad no ordinaria. Lo que te ha permitido adentrarte en la dimensión tan contradictoria y temible a la cual don Juan te condujo.
C.C.: Él estaba interesado en poner a mi alcance la idea de que el "intento" crea todo lo que yo percibo. El mundo está a mi alcance como el que percibe, a través de la magia del "intento". El único modo de darse cuenta de que el "intento" es una fuerza manejable, es a través de los psicotrópicos, especialmente para una persona como yo que en ese entonces tenía “convicciones profundas” sobre el mundo. Era un mundo equívoco y por lo tanto inmutable que trascendía en mi persona. Y don Juan cree que el mundo existe aunque yo no exista, pero no existe en el mismo sentido que yo lo percibo. El mundo no está allí con nubes, montañas y valles a menos que yo, hombre que percibe, no esté allí. Porque para don Juan no sólo soy el que percibe, hombre que funciona con una visión estereoscópica, que me permite percibir al mundo desde un punto de vista antropomórfico, sino que aprendí a manejar esta visión a través de las enseñanzas que me dio la sociedad, a canalizar la visión estereoscópica del hombre como descendiente de los monos antropoides. Estoy preparado para ver el mundo de cierto modo, por mi ideología. Y el resultado final es que percibo al mundo como ser humano, que el mundo existe aunque yo no exista. Lo importante para don Juan era entender y hacer que mi cuerpo entendiera que esa visión se puede cancelar, que simplemente era una forma de "visualizar" al mundo. Aunque yo como ser acabado, adulto, no había utilizado todavía el margen que me quedaba y bajo la influencia de un psicotrópico entraba en juego. Una vez logrado ese "intento", don Juan logró poner al alcance de mi cuerpo la idea de que tengo más margen perceptivo de lo que creo, entonces ya no es necesario el uso del psicotrópico. No puedo usarlo desmedidamente, sin propósito.

H.L.: Pero hubo una serie de abusos de la parte de los lectores, que te han tomado al pie de la letra y que han querido reproducir la atmósfera que describiste en tus libros.
C.C: No se puede reproducir el contexto de don Juan. Al comienzo de mi trabajo tomé gran cuidado en reproducir y apuntar todo lo que él hacía. Aprendí el sistema que usan en ballet, para codificar los movimientos. Entonces codificaba los gestos que don Juan hacía con los ojos, con las manos, con los pies, para llegar a reproducirlos fielmente. Cuando iba a la montaña don Juan recogía varias hojas y arbustos, los mezclaba, los machucaba y los ponía sobre mi barriga. Eso me mantenía con calor toda la noche, sin frazadas y en un frío congelante. Llegué a coleccionar siete versiones de diferentes plantas y de diferentes maneras de recogerlas, machucarlas y aplicarlas a mi cuerpo. Cuando yo traté, usando todos los recursos de los archivos, de reproducir lo que don Juan hacía nunca me dio resultado, ¡nunca! Y don Juan se reía mucho, se burlaba de mí, le fascinaba la idea de que yo me diera tanto trabajo en apuntar todos sus movimientos. Decía que tarde o temprano yo me iba a dar cuenta que todo estaba relacionado con el "intento", el poder personal. Y un día me dijo: "Mira, voy a acabar con estas manías tuyas de tomar apuntes." Después de haber buscado en el jeep lo que necesitaba, me ordenó: "¡Póngase esta tabla carcomida en la barriga!" Me la puse y tuve el mismo efecto. Durante mucho tiempo creía que era el poder de la sugestión, al final comprendí que don Juan era el maestro del "intento".

H.L.: Diría que don Juan como chamán era el escenificador, el metteur-en-scène, quien controlaba el escenario. Insisto en el hecho que en ese control sobre ti, utilizó sus poderes hipnóticos.
C.C.: Bueno, yo creía siempre que don Juan, y las otras personas allegadas a él me sugestionaban, al punto de que yo podía explicar lo que pasaba como un estado de hipnosis. Ahora he llegado a otra conclusión. Don Juan el “maestro del intento" (no sé, en español no hay una palabra adecuada, podría decir el "amo del intento"), como un mago original, no simplemente para sugerirme algo y dejarme en un espejismo, sumergido en un estado hipnótico. En cierto momento de la historia, el hombre fue capaz de manejar el "intento" y evidentemente hacer aparecer el conejo en la mano. Cuando el hombre dejó de ser amo del "intento", vino la prestidigitación, el conejo está ahora escondido en la vestimenta del mago y éste lo saca en el instante adecuado. Pero don Juan hacía aparecer conejos, no solamente para mi visión. El "intento" es lo que hace al mundo. Las enseñanzas de don Juan trascienden mi lógica y mi manera de explicar el mundo. Ser el amo del "intento" para los brujos toltecas, yaquis, mazatecos, que formaban el grupo de don Juan, significaba poder “controlar” lo que es el mundo, la creación. Por ejemplo, don Juan una vez hizo aparecer aquí, en la Alameda, en la Avenida Juárez, una ardilla en la mano, que tenía anteojos y parecía un japonés. Lo que yo no podría conseguir en este momento y no podría decirte cómo resolver el caso.

H.L.: El gran éxito que tuvieron tus libros en los países anglosajones se debe a que atrajo mucho más el mensaje que consistía en la reivindicación de la vía individual. Es también por el ejemplo, no por una ideología ni por un discurso oral, que el maestro-chamán induce al aprendiz a la comprensión de ciertos fenómenos de la realidad no ordinaria.
C.C.: Don Juan no creía que haya un cuerpo de conocimiento, a la que un aprendiz se pueda referir, sin haber interiorizado todos los preceptos de ese cuerpo. No creía que la manera de actuar de los psiquiatras sea adecuada, porque yo le contaba mis experiencias cuando trabajaba en el consultorio de un psiquiatra haciendo encuestas con gente que tenía problemas. Y don Juan estaba horrorizado por la idea de que una persona que ayuda, un psiquiatra, tenga también problemas. Yo le decía: "¡Qué quiere que sea! ¿un superhombre?" Don Juan respondía: "Por supuesto, uno tiene que exigir que el que ayude sea un superhombre, que esté libre de todas las taras y las mezquindades para interpretar y sugerir una conducta. De otro modo, lo que hace es validarse a sí mismo". Para él, eso no tenía significado y por supuesto el aprendiz era todo lo que existía. Éste, en los términos de don Juan, tenía que ser impecable si quería ser persuasivo con él. El aprendiz tenía que poner todo los componentes de su ser sobre la mesa. Si no era impecable, monolítico, en su conducta, no podía mover a nadie, no tenía poder personal. El "intento" no lo movía. Si yo dejara de ser impecable, si tuviera una doble vida, la pública y la privada, no podría ni siquiera ir a la esquina y no habría modo de hacer el "puente" que necesito en este momento para moverme. Es el "intento" que me mueve.

H.L.: En nuestra mentalidad latinoamericana nos gusta cantarnos boleros sobre nosotros mismos o nos gusta también hacernos "novelitas rosas" sobre nuestro Ego.
C.C.: Nosotros somos coloniales, tremendamente influenciados por todo lo que es Europa. En Latinoamérica vivimos con un ojo en la Embajada de los Estados Unidos y con el otro, en la de Francia, a la espera de las influencias. No es cosa que podamos evitar. Mira dónde estamos tú y yo: tú estás en Francia y yo estoy en los Estados Unidos. Y no hay otro modo.

H.L.: En una conversación que mantuve con Octavio Paz hace algunos días, hablamos del gran problema entre la América Latina y los Estados Unidos que es cultural. No llegamos a entendernos y sin embargo formamos parte de un mismo continente.
C.C.: Don Juan me dio una vez una idea muy extraña de mí, me dijo que con lo que yo tenía que lidiar con algo que él llamaba lo “Torquemada” (2). Lo que había en mi interior, no era tanto el artista europeo, el pensador, sino el inquisidor. Y eso es lo que él llamaba el aporte de Europa y las versiones totalitarias no son traídas de los cabellos, no son visiones extranjeras. ¡Somos nosotros mismos los inquisidores! El espíritu del inquisidor que lleva dentro de sí la coerción, el imponerse al otro de una manera total. Don Juan decía que su filosofía era el producto de la coerción de quinientos años de índices y de archivos así como la coerción del pensamiento. Lo más tremendo de Torquemada era que éste se creía puro y mataba en nombre de Dios, en nombre de una ideología superior, indiscutible. El Nagual decía que con esa clase de hombres no había manera de luchar, eso era imposible. Sólo el guerrero puede sustraerse a la influencia de Torquemada, el que todos nosotros cargamos encima. ¡Eso significa liberarse de uno mismo!

H.L.: En nuestro continente se pretende reemplazar una religión del libro, la católica, por otra ideología derivada de la Biblia.
C.C.: Como todo latino, como tú muy bien conoces cómo somos, cuando conocí a don Juan, estaba imbuido de ideas sobre la reforma y la injusticia social. En realidad, creía que podía ser útil política o ideológicamente desde un punto de vista clásico. El rebelde que tira bombas y que quiere la revolución. Don Juan acabó con toda esa afiliación mía. Me dijo: "Mira, si hay alguien entre los dos que debe quejarse, soy yo, soy yaqui, indio" Creía que él tendría que quejarse y no yo. Al final, los yaquis no me interesan en tanto que tales, porque interesarme por ellos significaría dejar de lado una idea más importante: la salvación del individuo. Yo, como individuo, no como elemento cultural, entendí las enseñanzas de don Juan de la mejor manera posible, en mi propio interés. Dejé de lado, todo lo que significaba una posición social. Es una de las críticas que me hicieron la noche de la conferencia de prensa. Consideraban que don Juan no era un chaman, en el sentido de que no tenía ninguna función social.

H.L.: Te referiste varias veces al hecho de que eras el "puente" entre la civilización occidental y el mundo de don Juan. ¿Podrías explicarme más esta noción de ser "puente" entre esos dos mundos?
C.C.: Sería imposible para el lector el ir y hablar con don Juan. Una de las criticas que se me ha hecho, es que no presento las fuentes de mi información. Si lo que he narrado es verídico y debe ser tomado en serio, estoy obligado a presentar las fuentes: llevar a la gente para que conozcan a don Juan, que hable de sus vivencias, que diga lo que piensa y lo que es. Don Juan nunca pudo hacer eso, ya que no tenía ningún interés en hacerlo. Además hay norteamericanos que se encontraron con don Juan, ¡cómo podían haberse encontrado conmigo! Si yo fuera él no tendría ningún interés en revelar a nadie lo que estoy haciendo, ¡sería absurdo! Sería tremendamente superfluo acercarse a mí, como si estuviera impregnado del aura de don Juan. Si fuera como él, no habría modo, de que yo dijera nada a nadie. Don Juan me usó a mí, como un "vehículo", al expresar ciertos principios que regían su vida, tuve la suficiente energía para emprender la tarea de conceptualizar, de explicar, lo que don Juan hacía en su ciclo mágico. ¿Cómo explicaría don Juan al mundo, la idea de que era uno de los personajes de un mito? Creo que sería imposible y de ahí que nadie se acercara a él. Cuando buscaban al “don Juan” de mis libros, por supuesto que nunca era el indio que estaba frente a ellos. Si alguien se encontrara con don Juan como culminación de una verdadera búsqueda, el Nagual lo aprisionará instantáneamente y esa persona estará fuera del mundo. La compulsión del guerrero que está envuelto en este ciclo mítico, es la de llevar a la libertad a cualquiera que se acerque a él. Don Juan me dio la tarea de explicar su universo, no porque eso me atañe, ni que me dé ganancias y de ningún modo me implique. ¡Es algo como un mandato que viene de afuera! Si me dejan a mí por mi cuenta, sería imposible encontrarme, que yo les hablara, ¡para qué! Pero el Nagual —desgraciada o afortunadamente— me dio la tarea de escribir los libros y de presentarlos en el mundo. Nunca tuvo que lidiar con ese fenómeno y no había modo de validar en los términos del hombre occidental su propia existencia. No porque éste se esconda y que haya abismos que nos separan. Con respecto a la pregunta original, ¿cómo me siento como "puente"? Don Juan me escogió a mí, como un vínculo entre lo hermético que representa él y la cualidad amorfa que somos nosotros, los occidentales. Él está precisamente encerrado, y nosotros estamos abiertos al punto de que no vemos nada.

H.L.: A mí me interesa el aspecto aleatorio, el azar de los encuentros más importantes que uno puede hacer en la vida. Me has dicho que don Juan te ha escogido, que tú no lo escogiste, sino que llegaste hacia él. ¿Cuál es la explicación?
C.C.: Para don Juan es la cuestión del "intento" que rige al destino del hombre, pero el "intento" no es la intención humana. Para él, es una fuerza principal que nos mueve, nos aprisiona. El "intento" es digamos la versión de lo que nosotros conoceríamos como Dios. El "intento" no es lo que don Juan llamaría el Nagual, lo inexplicable, lo que no se puede transcribir, aquello que no tiene forma, es el Todo. Mientras el Tonal es el orden, es como una isla de orden, de propósitos, de serialidades, de ecuaciones, de ciclos, de pensamientos. Todo lo que es conocido por nosotros en nuestro papel de seres relacionantes. El "intento" es una fuerza que forma parte del Nagual, que se puede describir y se puede sentir. Y lo que rige ese ciclo es cuestión del "intento" como fuerza que don Juan encontró, con lo que yo me crucé en su camino.

H.L.: Lo más admirable de tus libros, es el gran sentido del humor, es decir que no caes en lo serio ni en lo solemne... Ahora que te conozco lo comprendo, porque tienes una personalidad alegre, una visión jocosa de la vida que es verdaderamente benéfica.
C.C.: Esa, era la insistencia total de don Juan, me curó de la "cara larga y del culo de plomo”, de la pesadez extraordinaria. Yo era un hombre de gran seriedad y de tremenda pena, tenía la nostalgia de sentirme triste, la pena de mí mismo, que me perseguía día y noche. ¡Don Juan me curó y eso fue una catarsis!

H.L.: Te señalo una contradicción, ¿cómo siendo la filosofía de tu vida verdaderamente jocosa se concilia con un gusto por una poesía tan melancólica y tan trágica, como la de César Vallejo (3)?
C.C.: Como una distracción, yo les leía poemas de Vallejo a don Juan y a otras personas que no sabían nada de libros. Pasaba horas enteras hablando con ellos. A don Juan, le gustaba escoger una sola estrofa de cada poema, nunca más de una, decía que esa estrofa sintetizaba toda la visión del poeta. Más allá de una estrofa eran quejas y llantos. Para mostrarme la veracidad de sus aseveraciones, don Juan me hacía leer esos poemas y me decía: "Mira, vuelve a leer esta parte, eso es lo único que vale en este poema, más allá eso es absurdo. El poeta debía haber acortado su poema y dejarlo en cuatro o cinco líneas ". A mí, me gustaba leerle poemas muy cerebrales, afrancesados, que a don Juan no le gustaban por ser muy frívolos, eran verbosidades, idioteces. Para mí, Vallejo representaba lo extremo, lo más opuesto a la posición de don Juan. "La otra estrofa es una aberración, un esperpento" decía.

H.L.: Voy a darte mi opinión personal sobre la obra de Vallejo, ya no corresponde a la sensibilidad de nuestra época. Lo veo muy cristiano, muy doliente que asumió los cinco siglos de sufrimientos de los peruanos.
C.C.: A mí, no me gusta César Vallejo, lo siento tremendamente pueril, me molesta sobre manera la idea de la queja y del llanto personal. Cuando leo a Vallejo en su totalidad me dan nauseas, es demasiado triste. Para don Juan la idea de la concepción de un ser humano es importante, debe haber sido hecho por sus padres con una sensualidad extraordinaria para darle al hijo todas las opciones posibles. Don Juan creía que era una monstruosidad concebir niños en el hastío, en el aburrimiento, tenerlos después de años de casados, de haber adquirido ese amor filial que no tiene nada que ver con la pasión, pero sí con la civilización. Planear al niño después de años de casado, para don Juan era una monstruosidad sin nombre, tan espantosa como la de tener animales castrados en casa. Me dijo una vez que los animales se vengan de uno como seres irracionales, le comen a uno la energía directamente. Se relacionan con uno como seres energéticos y no como objetos. Una vez encontré a un gorrióncito que había caído de su nido, una rata le había comido un ala. Entonces agarré al gorrión y traté de cauterizarle la herida, para que no se desangrara. Le dije a don Juan que iba a recoger al gorrión en mi casa, saltando con dos patas sin volar. Don Juan me dijo: "Si lo tienes como monstruo, como esclavo orgánico y que depende de ti para todo. Es mejor dejarlo que se junte con el Nagual, con el infinito..." Don Juan decía que la gran tragedia de nuestro tiempo era la influencia de seres creados en el hastío, y por eso eran seres miserables que no podían moverse por sí mismos que dependían de todo el mundo, que eran cargosos, pesados, débiles... Lloran y se quejan como César Vallejo. Entonces la inteligencia, la melancolía, para mí son una aberración. ¡Una cosa espantosa! Parece que Vallejo era el quinzavo hijo de un matrimonio. ¡Uf!

H.L.: Le tocó vivir una época muy difícil, tú sabes todo lo que se cuenta sobre los prejuicios en Perú a comienzos del siglo XX contra lo indio, lo mestizo, lo cholo y esos prejuicios continúan. El hecho de que en un poema famoso se queje de ser tratado de "huaco"(4) es significativo.
C.C.: Ese es el mérito de César Vallejo. Con don Juan, llegamos a la conclusión de que en realidad le pasaron cosas tremendas. Don Juan usó el "vehículo" de César Vallejo como un elemento didáctico para mí. En lo que me atañe a mí, la idea de lo mal que me tratan, yo estoy viviendo de nuevo esa situación y estoy envuelto en otra vida vallejiana. He logrado escapar a los prejuicios que son tremendos en el lado del mundo en el que yo vivo.

H.L.: Creo que ese es el problema de ser "diferente". Toda aquella persona sensitiva, como Vallejo el poeta. Y en tu caso, con esa sensibilidad a flor de piel y teniendo conciencia de tu "diferencia", siempre tendrás problemas en cualquier país en que vivas.
C.C.: A menos que uno se comporte como guerrero. El vehículo didáctico de Vallejo, para mí tuvo una importancia sin igual: don Juan usó la vida de Vallejo y sus poemas como un ejemplo de lo que uno no debe hacer.

H.L.: He visto que no quieres revelar detalles sobre tu persona, evitas que se publique tu fotografía. Oí a menudo este comentario en Europa: ¿Qué pasa con Carlos Castaneda? ¿Está o no a la altura de lo que le pide la gente? ¿De qué manera alguien que fue iniciado a los secretos de una antigua gnosis, puede aportar a nuestra época crítica?
C.C.: Bueno, el único modo, necesito encontrar una palabra adecuada, convincente, para que yo pueda persuadirte a ti. Utilizando otra vez su ideología, don Juan insistió en que el hombre más efectivo es el "pirata". Éste no pide, ¡sino agarra lo que puede! El pirata es un solitario que se siente de lo mejor en medio de su soledad. ¡Que no grita, no se queja ni llora! Porque está dado a su "piratería" y esto le da una razón de ser. Como estamos tan lejos de donde venimos, llegamos a donde hemos llegado. Mi presunción creo que es correcta, es que tú y yo somos dos piratas. De modo que para que yo pueda convencer a otro "pirata" como yo para que pueda persuadirlo tendría que producir un resultado palpable.

H.L.: Un hecho mágico.
C.C.: Tendría que —en los términos de don Juan— "detener el mundo". Él consideró que todo es un juego de percepciones y por lo tanto es una cosa mutable. Hemos creado como seres organizados, un sistema de percepción que está constituido por unidades perceptivas. Cambiar el tenor de esas unidades de percepción, es "detener el mundo". Si pudiera, por ejemplo, hacer en este momento un "milagro de intento" entonces podría persuadirte.

H.L.: Si se tiene un átomo de sabiduría, se es consciente de lo que sucede en el mundo. Me parece que la sabiduría tendría que ser empleada para aportar con un grano de arena a que esto no termine mal. Creo que el "pirata" tiene necesidad de utilizar todos los elementos cognoscitivos para evitar lo peor.
C.C.: De acuerdo, estoy terriblemente de acuerdo. La razón por la cual te dije que mi vida era monolítica y que trataba de ser un hombre impecable, sólo a través de la impecabilidad podría llegar a persuadirte a ti o a otra persona que sea como tú. Si no pudiera realizar esa reevaluación de energías, me sería imposible aplicar las enseñanzas de don Juan. Sería una tremenda pérdida de tiempo, porque no podría llegar a esa síntesis final. Lo que tú dices es imperativo, que uno aporte con un grano de arena y yo estoy contigo en un cien por cien, quisiera aportar eso. El único modo de lograrlo para mí es mantenerme dentro de los cánones de las enseñanzas de don Juan.

H.L.: Me gustó mucho (creo que está en la traducción francesa de "Una realidad aparte") la anécdota: Cuando haces la diferencia entre el yaqui que se ha entregado completamente al alcohol que, víctima de los acontecimientos, quiere poseer objetos materiales, una moto. Y la diferencia con el yaqui como don Juan que ha conservado su yo interior y que ha sabido revelar ese diamante de sabiduría que existía en él. Me parece que en esa situación ya hay el germen de un proyecto ético.
C.C.: Precisamente lo que le da valor pragmático a la conducta de don Juan, es que lo hace desde un punto de vista de una ética de "guerrero" que trasciende totalmente la moral cristiana. No hay interrupción en su concepto ético, lo extiende de una manera total para cubrir todo. Entre nosotros, el mundo está fraccionado, tenemos una ética que se refiere a la política, a la jurisprudencia, un fraccionamiento extraordinario. No hay una ética constante que trascienda el fraccionamiento. La conducta de don Juan era la del guerrero lo que significa una constancia total. Su interés era guiar, no tenía por ejemplo interés en hacer amigos, siempre dije que no tuvo ningún interés en hacer un esclavo por su misión.

H.L.: ¿Cómo un hombre o un personaje como Carlos Castaneda que nació en un lugar recóndito de la sierra norte del Perú (Castaneda lanzó una carcajada como si le gustara mi insistencia para que él reconozca públicamente que era peruano) ha podido llegar a lo que ha llegado?
C.C.: En verdad eso es imposible explicar. Todo lo nuestro me parece cuestión de suerte. No es posible creer que nosotros los que venimos de lo que llaman el "Tercer Mundo", podamos confiar sólo en el trabajo, en el talento. Si no tenemos suerte no somos nadie. La suerte juega el papel final y es el "intento". En mi caso es un "intento" desconocido que viene de fuera que no tiene explicación. No sé como podrás explicarlo, tú, personalmente lo que pasó en tu vida. Yo lo interpreto como la suerte, como algo etéreo, como si me hubiera sonreído la Dama.

H.L.: O tener una buena estrella.
C.C.: Ese es el modo más adecuado. Una vez que llega uno a la meta, es esencial la impecabilidad que crea un vínculo con la "buena estrella". Ya no es una cosa arbitraria del azar, una cosa precipitada.

H.L.: Es tener el soplo necesario. Uno puede nacer con una "buena estrella", pero sin el impulso vital, entonces uno termina practicando una filosofía mundana, snob...
C.C.: O acaba como jugador de póquer con mucha suerte (risas), haciendo fortuna en el bacará, en la ruleta.

H.L.: Hay mucha gente que está pendiente de lo que tú digas, de lo que escribas. ¿Qué podrías decir sobre el uso de la droga?
C.C.: Don Juan me dijo: si uno pudiese verse a sí mismo de una manera brutal, sin pasiones, sin misericordia. Si uno llegara a comprender, antes que nada, esa idea de la concepción. Si uno fue concebido en el aburrimiento, es inevitable el uso de las drogas, de las supercherías, de los apoyos fáciles, como las substancias químicas, el psicoanálisis. De acuerdo a don Juan, el hombre moderno es el resultado de lo que él llama las "cogidas aburridas”. El individuo que es producto de un coito hastiado nace desesperado, sin matriz, sin dirección. Si esa persona pudiera tener una adición brutal de sí mismo, llegaría —según don Juan— a ser avaro de su energía, y a guardarlo para liberarse de las tremendas necesidades como son los cigarrillos, el alcohol... Debe ser que esa dependencia obedece simplemente a un descontento general. El uso de las drogas es simplemente una expresión. Don Juan creía que era un reflejo de la manera como fuimos concebidos.

H.L.: En la civilización posindustrializada, el padre ya no cumple su rol. En realidad, el padre es la tele. El padre no es más el educador de sus hijos. Para mí, la imagen ideal del padre sería la del maestro…
C.C.: Una de las cosas más terribles que me pasaron en mis relaciones con don Juan. Es lo que me hizo comprender sobre lo niño que somos nosotros, los varones. Si les ves con los ojos del brujo yaqui vas a notar que estamos envueltos en una serie de juegos y que las mujeres son mucho más fuertes. Parece como si fueran de otra especie, en cambio nosotros sólo somos niños. Eso es un producto de nuestra época. Ahora en los Estados Unidos se nota más que en ningún otro sitio, ves a un caballero de sesenta años que se siente chiquillo, y que arrastra a todos, hasta a las mujeres, en la búsqueda de la niñez, de la inmadurez. Pero no es la juventud lo que buscan, no quieren ser jóvenes. ¡Quieren ser niños!

H.L.: En Europa, en Francia, he oído decir a las mismas mujeres frente a la crisis de la sociedad y al pretendido fracaso del poder masculino: "La culpa es la de los hombres, son ellos los que han provocado las guerras".
C.C.: Uno de los soportes de la ideología de don Juan es la idea de que las mujeres son básicamente superiores. ¡Y no hay discusión! Como chauvinista macho que viene de Sudamérica, me costó un huevo el aceptar esta posición. Ahora no tengo ningún inconveniente en aceptarla en toda su profundidad. Sería una revolución si las mujeres no tuvieran que depender de unidades conjuntivas robadas a la masculinidad del hombre. Ellas no tienen necesidad de mostrarse como "machonas".

H.L.: Ese es el riesgo de la imitación del poder masculino.
C.C.: ¿Por qué tendrían que imitar al hombre, si éste para ellas es el usurpador? Verlas vestidas de machonas, de lesbianas con bigotes. ¡No jodas! ¡Eso es demasiado traído de los cabellos!

H.L.: ¿Y cómo ves Europa, desde aquí, desde América?
C.C.: La veo muy viejita. ¡Je, je, je! Terriblemente carcomida, intelectualmente hundida. A mí me gusta los Estados Unidos porque te digo allá no hay fronteras. Son unos salvajes, hijos de su chingada madre, como dicen ellos; ¡pero tienen la juventud y la iniciativa! En cambio Europa, envuelta en luchas tremendas de decadencia, representa lo que don Juan llama Torquemada.


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(1) Weston La Barre, catedrático norteamericano de etnología, autor de “El culto del peyote”.
(2) Tomás de Torquemada (1420-1498), religioso predicador, organizó el Tribunal de la Santa Inquisición. Fue nombrado por los Reyes Católicos como inquisidor general.
(3) César Vallejo (1895-1938), poeta peruano, que vivió de 1924 a 1938 en París, donde murió. En su obra poética denuncia la injusticia, la desgracia y la fatalidad que se abate sobre el hombre, alaba el humanismo y la solidaridad.
(4) Cerámica de las civilizaciones precolombinas con representaciones antropomorfas, rostros, especialmente en las culturas chimú y mochica que se desarrollaron en la costa del departamento de La Libertad donde nació Vallejo.

http://www.geocities.com/diablisima