domingo, octubre 09, 2005

Reportajes. México 1996.(1)

Entrevista con el auténtico discípulo del brujo. Estoy aquí para cerrar la puerta del linaje de don Juan: Castaneda
"Vine a obligarlos a moverse en una revolución energética"

Carlos Castaneda, el chacmol (guerrero guardián) de todos los practicantes de tensegridad bajo su tutela, afirma que "el problema de la vida y de la muerte es lo único que importa. ¿Vamos a hablar de la guerra en Bosnia? ¿Del sida?"
"La gran tragedia es que no queremos cambiar. Nos llevan a la muerte y no protestamos. Queremos cosas probadas, científicas, ¿de qué hablamos?. De la aplicación de ciertos principios para resolver tautologías: un calvo es el que no tiene pelo ¿y?. Eso no es hablar de la vida y de la muerte. Don Juan decía que no podíamos ayudar a nadie, porque si lo haces se enojan, te insultan, te queman, te matan. Por ejemplo esta niña, Marcela, quiere cambiar ¿hasta qué punto va a aguantar la presión necesaria para el cambio?. Eso ya es otra cosa".
Al filo del mediodía, la reportera apenas podía creer lo que Lidia del Monte afirmó por teléfono: "Carlos Castaneda ya está en México y te invita a comer. Yo misma te paso a recoger para llevarte al lugar de la cita. Te recuerdo que no puedes llevar cámaras ni grabadoras".
El brujo yaqui don Juan Matus enseñó al antropólogo convertido en aprendiz de brujo "que no se puede insistir. Cuando van a salir las cosas, salen de una manera muy simple y natural; en el momento en que insistes se acaba la magia y el poder".
El encuentro con Castaneda se dio de una manera inesperada en un restaurante de Polanco. El número de reservación C 14 nos dio acceso a un salón en cuyo extremo el autor del libro Las enseñanzas de don Juan conversaba animadamente con tres mujeres: Thalía Bay y Kylie Lundahl (rastreadoras de la noche) y Marcela, una joven psicóloga que colaboró en la organización del seminario “Los nuevos senderos de la tensegridad” que este fin de semana imparte, en nuestro país, el propio Castaneda.
Las arrugas en el rostro y el pelo entrecano revelan que pasa de los sesenta ("no pregunten mi edad porque no se la voy a decir"), sin embargo está lleno de energía juvenil. Parlanchín y dicharachero, la conversación de Castaneda está llena de chistes y anécdotas. Utiliza constantemente expresiones como pucha, vos y querés. Entre broma y broma, este hombre de baja estatura y tez morena suelta de repente que el tiempo se acaba: "La expresión 'del ello' sobre nosotros es excesiva; la más horrible es sobre nuestro cuerpo cognitivo. Tenemos que empezar algo nuevo (...) Sin embargo a una edad temprana envejecemos, nos volvemos seniles: hablamos sin pensar, repetimos imbecilidades, como si encendiéramos un piloto automático. Nadie se da cuenta del error y repetimos afirmaciones sin sentido que se perpetúan a sí mismas".
En mangas de camisa, don Carlos toma un pedazo de pan bimbo tostado, lo dobla y comenta contundente: "Por ejemplo este pan está fofo, lo comes y te vuelves fofo". De la misma manera agrega como si nada: "¿Cuál es la brujería de don Juan? Simplemente actuar dentro de sí mismo (...) En 1973 don Juan se fue, se extinguió. Fue un acto pragmático como caerse de un banco; se murió pero no como mi abuelo que murió soñando que tenía un orgasmo y lo último que dijo fue 'angelito, angelito, ai te vá..."
Sin que los comensales de otras mesas imaginaran que junto a ellos se encontraba el mismísimo Carlos Castaneda comiendo un bistec con papas, la tarde se deslizaba pausadamente. Comenta divertido que en varias ocasiones lo han suplantado. Una vez vio una entrevista en la televisión en la que un supuesto Carlos Castaneda afirmaba tener línea directa con los chamanes toltecas de Sonora. El auténtico discípulo de don Juan hace una precisión: "El imperio Tolteca es una configuración teorética. Ser Tolteca equivale a decir, en la actualidad, que somos demócratas. Así que hablar de los chamanes Toltecas de Sonora es una verdadera idiotez".
Castaneda recuerda que "yo era un baboso aburridísimo que tomaba vino tinto y me creía la gran caca. Y don Juan se moría de la risa y se burlaba 'ahí viene el hombre sutil. ¿Y qué me dices de la zanahoria que traes metida en el culo?' Y yo le preguntaba que cómo un hombre tan inteligente como él utilizaba unas metáforas tan vulgares y groseras y don Juan me respondía que sí, pero que eso era lo más obvio. Y yo me moría de coraje, hasta que logró dejarme sin ego (...) Ahora no necesito a don Juan, pero al mismo tiempo sí: es un afecto sin nombre y al mismo tiempo una independencia sin medida..."
Antes de la hora anunciada ya estaba casi lleno el salón en el que Carlos Castaneda dictó, ante unas mil personas, la conferencia introductoria a la "tensegridad", vocablo que mezcla los términos "tensión" e "integridad" y que son expresiones que denotan las dos fuerzas impulsoras de los pases mágicos de los chamanes del México precolombino y que Castaneda comparte abiertamente porque afirma que es un hombre al que no se le da la secrecía.
Múltiples letreros verdes advertían que el cupo para el seminario estaba totalmente lleno y que sin excepción ya no se aceptaría ningún pago ni se admitiría a nadie más. Después de identificarse y enseñar su recibo de inscripción, los asistentes del seminario Los nuevos senderos de la tensegridad pasaban por un dispositivo de seguridad: registro y detección de metales.
A las 8 de la noche en punto, Castaneda entró al salón Ciudad de México y cautivó con sus anécdotas y un delicioso espíritu burlón a sus entusiastas lectores y practicantes de tensegridad. "La brujería - insistió en varias ocasiones a lo largo de más de dos horas y media - es el arte de interrumpir el flujo de un sistema de interpretación que nos permite conocer y manejar al mundo (...) Y estoy aquí para cerrar la puerta del linaje de don Juan con una explosión, obligarlos a pensar y a moverse en una evolución energética".

Patricia Vega
Periódico La Jornada 27 enero 1996